Salmos 119:49-56
“49 Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.
50 Ella es mi consuelo en mi aflicción,
Porque tu dicho me ha vivificado.
51 Los soberbios se burlaron mucho de mí,
Mas no me he apartado de tu ley.
52 Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos,
Y me consolé.
53 Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos
Que dejan tu ley.
54 Cánticos fueron para mí tus estatutos
En la casa en donde fui extranjero.
55 Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová,
Y guardé tu ley.
56 Estas bendiciones tuve
Porque guardé tus mandamientos.”
¿Alguna vez se ha sentido amenazado por problemas y Dios vino en su ayuda con palabra de aliento, y posiblemente una promesa en su favor?
El apóstol Pablo es uno de ellos que enfrentó un problema de muerte y que recibió consuelo de parte de Dios para seguir adelante (Hch. 21:1 – 23:11). Él había subido a Jerusalén para llevar la ofrenda que se habían recogido en las iglesias de Europa y Asia, y cuando llegó a la ciudad, algunos de los judíos de Asia lo vieron en el templo, y levantaron a la multitud queriéndolo matar, y en ese momento la protección de los soldados romanos le libró de la muerte y fue llevada a la fortaleza, ahí presentó defensa, pero querían matarle, por lo que presentó apelación al Cesar, y fue protegido de muerte.
Esa misma noche el Señor se le presentó y le dijo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.” (Hch. 23:11)
Como vemos, Dios viene en los momentos donde más necesitamos y nos alienta con Su Palabra, pero no solo viene con aliento, es muchas veces una promesa de lo que está por venir.
Sus promesas tienen la intención de darnos dirección, propósito, aliento y Su compromiso de cumplimiento. Esas promesas nos ayudan a depositar nuestra angustia en Quien mira nuestro pesar y está ahí para alentarnos a seguir adelante.
El salmista estaba trayendo a su memoria lo que Dios le había dicho, y sobre lo que él descansaba mientras esperaba en el Señor (v. 49); en esa promesa encontraba consuelo en el dolor y avivamiento en la desesperación (v. 50). A pesar de que muchos se burlaban de él, no se apartaba de la promesa (v. 51-52).
Cuando miraba aquellos que habían abandonado las promesas de Dios, se dio cuenta cuan grave fue ese descuido (v. 53), pero para él, esperar en Dios le motivaba a alabarlo (v. 54). Recordaba cada momento en lo que Dios le había dicho y sabía que al final sería bendecido por su confianza en las promesas del Señor (v. 53-54)