Salmos 119:161-168
“161 Príncipes me han perseguido sin causa,
Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras.
162 Me regocijo en tu palabra
Como el que halla muchos despojos.
163 La mentira aborrezco y abomino;
Tu ley amo.
164 Siete veces al día te alabo
A causa de tus justos juicios.
165 Mucha paz tienen los que aman tu ley,
Y no hay para ellos tropiezo.
166 Tu salvación he esperado, oh Jehová,
Y tus mandamientos he puesto por obra.
167 Mi alma ha guardado tus testimonios,
Y los he amado en gran manera.
168 He guardado tus mandamientos y tus testimonios,
Porque todos mis caminos están delante de ti.”
Una cosa es temer al hombre, pero algo muy diferente es temer a Dios. En el pasaje que estamos estudiando vemos la palabra “temor”, misma que no es igual en el original a la palabra «yare», de la cual desarrollamos el concepto de reverencia (Gn. 22:12). En este caso, la palabra hebrea es «pahad», la cual, si se refiere a temor de miedo, o a quedar amedrentado, o espantado. Y el Salmista nos dice que no tiene miedo a ningún príncipe que le persiga, pero si le tiene miedo a la Palabra de Dios. (v. 161)
Ahora, este “temor” es un sentimiento santo, en sentido que le ayuda a mantenerse en obediencia para no sufrir las consecuencias del castigo por el pecado, a causa de la desobediencia.
Pero es al mismo tiempo, la Palabra de Dios genera otros sentimientos contrarios al temor, lo que nos indica que la Biblia siempre será en mensaje vivo y desafiante que transforma el comportamiento de la persona, sea de forma positiva o negativa.
La Palabra de Dios puede brindar gran alegría, porque en ella se halla riquezas espirituales (v. 162 Comp. Dt. 2:35; 3:7). Además, la Biblia, al ser la verdad (Jn 17:7) es digna de ser amada (v. 163, 167). Produce alabanza para el Autor de Ella, porque los “juicios” o verdades que se encuentran en ella son “justos” (v. 164). Puede llevarnos a vivir una vida llena de “paz”, cuando alejados de lo malo, podemos encontrar la bendición de la obediencia y la prosperidad al seguirla (v. 165). La Biblia también puede producir esperanza, cuando sabemos que nuestro Dios nos guía por Ella, y si seguimos en obediencia, todo lo que nos promete que sucederá o lo que nos dice que Él hará será cumplido, por tanto, podemos esperar en Ella (v. 167). Y como nos dice al final de este pasaje, el Salmista se siente comprometido a seguir en obediencia con Dios, de acuerdo con Su Palabra, porque sabe que Dios está mirándolo todo el tiempo (v. 168).