Salmos 119:129-136
“129 Maravillosos son tus testimonios; Por tanto, los ha guardado mi alma. 130 La exposición de tus palabras alumbra; Hace entender a los simples. 131 Mi boca abrí y suspiré, Porque deseaba tus mandamientos. 132 Mírame, y ten misericordia de mí, Como acostumbras con los que aman tu nombre. 133 Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. 134 Líbrame de la violencia de los hombres, Y guardaré tus mandamientos. 135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo, Y enséñame tus estatutos. 136 Ríos de agua descendieron de mis ojos, Porque no guardaban tu ley.” ¿Alguna vez ha estado en algún lugar que siempre había soñado, y ese lugar llegó a ser más imponente de lo que usted se imaginaba? ¿O en algún momento llegó a disfrutar de un plato de comida que le habían recomendado y esa experiencia fue algo que siempre ha recordado? Muchos de nosotros hemos tenido experiencias que nunca se olvidará y que quedaron registradas en nuestra memoria por la magnitud de la experiencia satisfactoria que ello produjo. La palabra “maravillosos” (v. 129), que viene de la palabra «palá» en hebreo, da a entender que eso que mencionamos es algo que tiene que ser separado aparte con el propósito de admirarlo con admiración porque es especial. Entonces podemos ver que los “testimonios” de Dios, es decir Su Palabra, es algo que tiene que ser contemplada con admiración porque no hay nada que se compare a Ella. ¿Alguna vez ha considerado de esta manera a la Biblia? Considerando esa descripción dada por el autor de este Salmo en referencia a la Biblia, podemos unirnos al comentario de W. MacDonald, quien dice que «la Palabra de Dios es maravillosa en su infinitud, pureza, precisión, armonía, relevancia universal, poder y suficiencia. Semejante libro merece ser leído y obedecido.» Ahora, partiendo de esta premisa, vemos de una mejor manera porque el autor decía que deseaba guardar la Palabra, porque la palabra de Dios alumbraba su vida (v. 130). Anhelaba tanto Su Palabra, que antes de leerla, suspiraba como quien se encontraba con algo muy deseado. Sabía que al encontrarse ante la Palabra de Dios, era un encuentro personal con Él, tanto que esperaba que su gloria se manifieste ante “su siervo” cuando la leía y aprendía de Ella (v. 135). ¿Ha deseado tanto la Palabra de Dios, y la ha contemplado como una maravilla ante sus ojos, de tal manera que se ha quedado admirado por todo lo que Ella tiene para enseñarnos? Yo creo que cada uno de nosotros debemos restructurar la manera como reconocemos el valor de la Palabra de Dios en nuestra vida, y ante tal encuentro grandioso, no debemos quedarnos sin que esto modifique nuestra vida impactándola cada día y para siempre.