Salmos 119:73-80
“Tus manos me hicieron y me formaron;
Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.
74 Los que te temen me verán, y se alegrarán,
Porque en tu palabra he esperado.
75 Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos,
Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.
76 Sea ahora tu misericordia para consolarme,
Conforme a lo que has dicho a tu siervo.
77 Vengan a mí tus misericordias, para que viva,
Porque tu ley es mi delicia.
78 Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado;
Pero yo meditaré en tus mandamientos.
79 Vuélvanse a mí los que te temen
Y conocen tus testimonios.
80 Sea mi corazón íntegro en tus estatutos,
Para que no sea yo avergonzado.”
Muchas veces hablamos en el circulo cristiano que la obediencia es buena por la prosperidad que nos trae, otras veces lo decimos porque eso le agrada a Dios, también lo mencionamos porque Cristo nos compró y Él tiene el derecho sobre nuestras vidas; pero pocas veces lo hacemos refiriéndonos a que Dios es nuestro creador, y, por lo tanto, Él tiene soberanía sobre mi vida.
En el Salmos 139 leemos que Dios nos creó, y que desde que iba formando nuestro embrión, Él iba forjando todo nuestro ser; pero también nos recuerda que mientras el Señor nos iba forjando, Él estaba mirando con detalle todo lo que tenía en mente para nuestra vida, es decir, los planes que tenía ya establecido como propósito de nuestra existencia (v. 13-17).
En Colosenses leemos que Dios nos había creado para Sus propósitos, y que todo giraba en torno a la Persona de Cristo (Col. 1:16). También hallamos en Efesios que fuimos escogidos antes de la fundación del mundo para que seamos santos y sin mancha delante de Él (Ef. 1.3-5).
En Isaías encontramos que nosotros fuimos creados para Su gloria, por lo tanto, todo lo que hagamos debe ser para glorificarle a Él (Is. 43.1-7).
Con ello en mente, podemos entender porque el Salmista pide entendimiento (v. 73), él entiende que su vida le pertenece a Dios, y aunque Dios nos haya dado voluntad para decidir, lo mejor que podemos hacer para honrarle a nuestro Creador, es someternos a Su voluntad, y la única forma de hacerlo correctamente es conociéndola.
El autor de este salmo sabe que no es el único que conoce y teme a Dios, por lo que pide al Señor que le ayude a cumplir Su voluntad para que los demás puedan verle y alegrarse por la obediencia que él quiere desarrollar en su vida siguiendo a Dios (v. 74). Sabe también que todo lo que Dios hace o permite es justo, y que, ante esa verdad, él se conformaba sometiendo, aunque eso requiera aflicción o prueba (v. 75); pero también sabía que no importa lo que pasaba, Dios estaría con Él para consolarle con Su gran misericordia, y eso alentaba su alma, sabiendo que cada palabra de Dios era un deleite para su alma (v. 76, 77).
En medio de todo, el salmista sabía que su vida le pertenecía a Dios, y que no importara lo que tenía que pasar, todo estaría bien, que los malos se avergonzarían al final, y que los fieles siervos de Dios estarían felices con ver la fidelidad de su siervo que esperaba con integridad en la palabra de Dios (v. 78-80).
Cuando estemos en problemas, en pruebas o dificultades, nunca olvidemos que nuestra vida le pertenece a Dios, y que sea lo que sea, Dios estaría ahí para ayudarnos en medio de todo, pues Él tiene un propósito para esas pruebas.