Salmos 119:65-72
“65 Bien has hecho con tu siervo,
Oh Jehová, conforme a tu palabra.
66 Enséñame buen sentido y sabiduría,
Porque tus mandamientos he creído.
67 Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba;
Mas ahora guardo tu palabra.
68 Bueno eres tú, y bienhechor;
Enséñame tus estatutos.
69 Contra mí forjaron mentira los soberbios,
Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos.
70 Se engrosó el corazón de ellos como sebo,
Mas yo en tu ley me he regocijado.
71 Bueno me es haber sido humillado,
Para que aprenda tus estatutos.
72 Mejor me es la ley de tu boca
Que millares de oro y plata.”
¿Alguna vez fue humillado por su desobediencia? Lamentablemente yo lo he sido varias veces, y no necesariamente ha sido la humillación por medio del castigo o la disciplina del Señor, muchas veces ha sido a través de Su Palabra en dónde me dice lo mal que he hecho y cuanto le ofendí al Señor, vaya que han sido momentos terribles.
Uno de los momentos más difíciles si vino por medio de la disciplina de Dios, me llevó a humillarme tanto que nunca más quise caer en el mismo error, y ese fue el momento donde realmente valoré la instrucción de Dios como mi mayor tesoro.
Él me había dado clara dirección en lo que deseaba para mí en algo muy específico, y en mi impaciencia caí en la desobediencia, creyendo que yo era más sabio que Dios, y, por lo tanto, más entendido, y ese fue mi grave error.
El autor de este precioso Salmo nos dice que “antes de ser humillado” había cometido “muchos errores, pero ahora” obedecía su “palabra” (v. 67 DHH). Había aprendido la obediencia por medio del camino más difícil, la disciplina y la pérdida.
Pero ahora que conocía que Dios lo guiaba siempre por “sendas de justicia” (Sal. 23:2b), reconocía que el Señor era bueno, y que Su “palabra” siempre era provechosa (v. 65). Pedía que el Buen Señor le sigan instruyendo con “conocimiento y buen juicio” porque confiaba en sus “mandamientos” (v. 66 NVI). Sabía que no había mejor bien recibido por parte de Dios que el de SU Palabra, y por eso le pide que le enseñe todo el tiempo (v. 68).
Y aunque nosotros entendamos que el seguir a Dios siempre va a ser lo mejor, habrá personas que rechazan la enseñanza de Dios, y, al contrario, utilizarán mentiras para difamar nuestro nombre, tratando de ridiculizar nuestro sometimiento a Dios (v. 69). El corazón de estar personas, a causa del pecado, se ha vuelto “torpe e insensible”, por lo que nunca va a considerar el valor que tiene la instrucción de Dios (v. 70 NVI). Pero a pesar de todo lo que enfrentaba de parte de los difamadores, el autor apreciaba en gran manera que aprendió de la humillación, porque ello le llevó a valorar el sometimiento y lo provechoso de ello (v. 71). El valor de la Palabra de Dios es más “que millares de oro y plata” (v. 72).
¿Cuánto valora usted la disciplina? ¿Cuánto aprecia la instrucción de Dios? ¿Quisiera ser humillado a causa de la corrección o prefiere aprender sabiamente sin dolor?
¡Nuestra mejor decisión es valorar la instrucción de Dios para nuestra vida!